Mecanismos de defensa para no sufrir
Estos mecanismos son procesos inconscientes que nos defienden de esas emociones que no podemos tolerar.
Cuando padecemos un duelo, un amor roto, una traición, un desarraigo…… sucesos traumáticos que causan mucho dolor y nos despiertan emociones fuertes e intolerables a la conciencia, nuestro psiquismo responde con el mecanismo de Represión.
Reprimir es sacar el contenido (ese que nos causó dolor) de la conciencia. A partir de ese momento, ya no somos conscientes del suceso, lo desconocemos e ignoramos.
Por ser seres hablantes nuestro psiquismo contiene dos conceptos fundamentales:
- la representación, o sea, las palabras del lenguaje que dan forma a los pensamientos y
- el afecto, las emociones que generan esas palabras.
La representación-palabra “mamá” (formada por las letras m-a-m-á) trae consigo afectos diferentes según sea quien la escuche, algunos pensaran en su propia madre, otros pensaran en su abuela o en la mamá de otra persona, etc., etc., a algunos les significara una emocion placentera y a otros no tanto.
La palabra “mamá” despierta distintos afectos dependiendo de la historia de vida, del contexto, y gracias a que somos seres hablantes representamos y sentimos esas emociones.
Retomando, la representación-palabra es “mamá” y el afecto variará según cada persona.
Ahora, cuando el psiquismo reprime un suceso doloroso lo hace sobre la representación, el concepto, la palabra, pero no sobre el afecto que la acompaña (miedo, temor, impotencia, desprotección, ira, vergüenza). Ese afecto que no se reprime se desplaza a otras representaciones.
O sea, se produce una represión, se reprime la representación y el afecto que produjo ese suceso original se separa y adhiere a otras representaciones. Y luego, en el devenir de la vida se nos presentan algunos problemas.
Se me ocurren dos refranes de la sabiduría popular para acercarnos a este mecanismo de la represión: “el gato escaldado, del agua fría huye” o “el que se quema con leche luego ve una vaca y llora”. Donde la represión caería sobre el suceso “escaldarse o quemarse” porque dolio y el afecto se desplazó a la representación “agua fría” o “vaca”, emerge el afecto y “huida” o “llanto”
Otro ejemplo: Si una niña tuvo un papá ausente puede que por el dolor del abandono lo haya reprimido, luego, ya mayor, se relaciona afectivamente con alguien que viaja constantemente por cuestiones laborales, echo que le produce mucho malestar. Es consciente, sabe que no es su padre pero, inconscientemente, hay un lazo con ese papá ausente. El afecto se desplazó a esta representación (pareja que se ausenta) y el dolor, odio, malestar o enojo que produjo el abandono que sintió en su niñez, no se hace presente en ella.
La emoción no es algo consciente y por eso, por ejemplo, es inutil trabajar técnicas para manejar la ira. Esta emoción no tiene que ver con algo consciente.
Para el psicoanálisis una emoción es algo secundario pero no un evento de la realidad. No se enojó porque el esposo salió de viaje sino porque hay un afecto adherido a la representación que corresponde a una primera representación que es “papá ausente” o “papá me abandonó”.
A veces nos desconcierta cómo reaccionamos o nos emocionamos y no le encontramos un sentido lógico. ¿Por qué pienso esto? ¿Por qué hago esto, que es contrario a lo que quiero hacer o decir? ……. y es porque eso proviene de representaciones inconscientes que en cuanto pueden se expresan haciéndonos sufrir.
Con la terapia psicoanalítica haces consciente el origen de esos malestares y obtienes herramientas para que, conociéndote, encuentres la mejor forma de aliviar esos males.
Analizando tus dichos con la guía de un profesional entenderás más sobre ti.